Diamantes de mina o laboratorio, cómo saber la diferencia

Diamantes de mina o laboratorio, cómo saber la diferencia

Por: Mildred Estrada 

El panorama de la joyería cambia y se reinventa constantemente, aunque no lo veamos en primer plano. Es así como ha llamado la atención de los clientes la diferencia entre diamantes de mina o de laboratorio, ¿por qué existe esta distinción y cómo volverte un experto en ella? La creadora y diseñadora de PAAR ha hablado al respecto.

Diamantes de laboratorio vs diamantes de mina

Los diamantes creados en laboratorio tienen las mismas características físicas, químicas y ópticas que los diamantes extraídos, ya que se producen bajo condiciones que replican el calor y la presión necesarios para que se formen de manera natural. Esta similitud hace que, en muchos casos, sea casi imposible—incluso para los gemólogos más expertos—distinguir entre un diamante natural y uno de laboratorio sin recurrir a herramientas altamente especializadas.

Según el Gemological Institute of America (GIA), los diamantes creados en laboratorio se produjeron por primera vez con fines industriales en la década de 1950. Sin embargo, no fue hasta 1971 que se lograron fabricar diamantes de calidad gema, aptos para joyería. 
Los diamantes cultivados en laboratorio son óptica, química, térmica y físicamente idénticos a los diamantes extraídos, pero se cultivan sobre el suelo.

Cómo saber si es un diamante real

“Los diamantes creados en laboratorio ofrecen las mismas características que los diamantes extraídos (ambos están hechos de carbono) y pueden certificarse para garantizar su autenticidad y calidad”, explica Paulina, quien cuenta con el diploma Applied Jewelry Professional de GIA, la principal autoridad mundial en gemas. Uno de los certificados más comunes para estos diamantes es el del International Gemological Institute (IGI) para asegurar la mejor calidad posible, de acuerdo con las necesidades de cada cliente.


En línea con su compromiso con la sostenibilidad, PAAR fomenta la práctica de reutilizar diamantes existentes antes de considerar la compra de uno nuevo. “Este enfoque hacia la circularidad es un pilar central de nuestra filosofía, ya que siempre será la opción más sostenible”, explica la creadora de PAAR. “Ofrecemos servicios de rediseño para piezas con diamantes reutilizados y también alentamos a nuestros clientes a traer oro para reciclar. Esta práctica no solo ayuda a reducir el impacto ambiental, sino que también agrega una capa de historia y significado a cada pieza”, añade. gemólogos más expertos—distinguir entre un diamante natural y uno de laboratorio sin recurrir a herramientas altamente especializadas.

Según el Gemological Institute of America (GIA), los diamantes creados en laboratorio se produjeron por primera vez con fines industriales en la década de 1950. Sin embargo, no fue hasta 1971 que se lograron fabricar diamantes de calidad gema, aptos para joyería. 
Los diamantes cultivados en laboratorio son óptica, química, térmica y físicamente idénticos a los diamantes extraídos, pero se cultivan sobre el suelo.


Cómo saber si es un diamante real
“Los diamantes creados en laboratorio ofrecen las mismas características que los diamantes extraídos (ambos están hechos de carbono) y pueden certificarse para garantizar su autenticidad y calidad”, explica Paulina, quien cuenta con el diploma Applied Jewelry Professional de GIA, la principal autoridad mundial en gemas.
Uno de los certificados más comunes para estos diamantes es el del International Gemological Institute (IGI) para asegurar la mejor calidad posible, de acuerdo con las necesidades de cada cliente.


En línea con su compromiso con la sostenibilidad, PAAR fomenta la práctica de reutilizar diamantes existentes antes de considerar la compra de uno nuevo. “Este enfoque hacia la circularidad es un pilar central de nuestra filosofía, ya que siempre será la opción más sostenible”, explica la creadora de PAAR. “Ofrecemos servicios de rediseño para piezas con diamantes reutilizados y también alentamos a nuestros clientes a traer oro para reciclar. Esta práctica no solo ayuda a reducir el impacto ambiental, sino que también agrega una capa de historia y significado a cada pieza”, añade.

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